Magdalena siempre sentía susto alrededor del 28 de cada mes. Contaba cada día que pasaba con creciente temor. Temor, acentuado por cambios que solo podía explicar del modo mas funesto. Ella, la niña perfecta, era coqueta, atlética y vivaracha. Y como correspondía vivía en casa con su familia, la que depositaba en ella todas las ilusiones de la hija única, la menor de 5 hermanos mayores todos varones.
Pero eso fue mucho tiempo atrás. Hoy Magdalena aún espera el día 28, no con susto sino con ansias. Ansias que se convierten en tristeza, de manera regular y segura. Ahora cuenta los días y también los meses, meses que se convierten en años y con cada llegada del día 28, piensa que no solo ha perdido el susto, sino también la esperanza.