Cuando despertó el
dinosaurio aún estaba allí. Algunas mañanas lo encontraba asomado por el
marco de la ventana, otros lo veía del otro lado del espejo del baño y una que
otra vez lo había sorprendido en el fondo de la taza de café. Estaba
acostumbrado a su ritual mañanero y lo olvidada según empezaba las actividades
normales de su día.
En los pasados meses, había comenzado a ver al
dinosaurio fuera de su casa. Lo encontraba esperándolo en la estación del tren,
atisbándolo detrás de los edificios, en
el perfil de las montañas que se veían desde su oficina, en el mercado, disimulado
entre las frutas y vegetales, y de seguro que lo vio entre las ramas del mangle
mientras caminaba por el parque. Le
parecía tan normal que lo había comentado con una guapa chica que se le sentaba al lado en el
tren y con sus compañeros de trabajo en la cafetería. Todos lo habían mirado con extrañeza y notaba
como desde entonces lo evitaban. Secretamente
comenzó a desear que el dinosaurio desapareciera.
Esta mañana abrió los ojos y se encontró rodeado de
grandes árboles de helecho. El aire se
sentía pesado, húmedo y lleno de ruidos extraños. Los volvió a cerrar apretadamente, mientras se repetía: ‟Cuando despierte que el
dinosaurio este ahí”.
Versión 2
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